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martes, 29 de abril de 2014
martes, 22 de abril de 2014
La marioneta de trapo
Gabriel García Marquez
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás se duermen, escucharía mientras los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate…
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna.
Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos…
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.
A los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo...
Día Internacional de la Madre Tierra !!!
El 22 de abril se celebra mundialmente el Día de la Tierra, con el que se pretende concienciar a la sociedad de la importancia de conservar nuestro planeta y preservar el medio ambiente. La celebración del Día de la Tierra comenzó el 22 de abril de 1970 en los estados Unidos, promovido por el senador y activista ambiental Gaylord Nelson, y en abril de 2009 fue declarada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se trata de una celebración que nos incumbe a todos los ciudadanos del planeta.
Sigue leyendo: http://educacion.uncomo.com/articulo/como-celebrar-el-dia-de-la-tierra-6164.html#ixzz2zetbjuN1
viernes, 18 de abril de 2014
Murió Gabriel García Márquez
El escritor y periodista, premio Nobel de Literatura, tenía 87 años; falleció en la ciudad de México, donde vivía desde hacía más de tres décadas.
Afincado en México desde hacía más de tres décadas , el destacado escritor vivió sus últimos años retirado de la vida pública y en sus escasas apariciones prefirió no hacer declaraciones a la prensa.
El colombiano es considerado una de las principales plumas de la historia de la literatura en español y autor de algunas de las novelas más aplaudidas del siglo XX, como su obra cumbre, Cien años de soledad (1967).
Gabo o Gabito -como lo llamaban sus amigos y sus hermanos- recibió numerosos reconocimientos, además del Nobel, a lo largo de su carrera, entre los que se destacan: el Premio Dimitrov de Bulgaria, la Condecoración del Águila Azteca de México y la Orden Félix Varela de primer grado de Cuba. Asimismo la Universidad de Columbia le otorgó el doctorado honoris causa y el gobierno francés lo galardonó con la Legión de Honor.
Nacido en Aracataca, un pequeño municipio del departamento de Magdalena, el escritor experimentó desde muy chico su acercamiento al mundo de las letras.
Según él mismo contó en algunas entrevistas, se topó casi por casualidad con el clásico de la literatura Las mil y una noches , que sus abuelos tenían guardado. A partir de allí empezaría su amor por los libros y por la creación de mundos imaginarios.
Fuente: La Nación
El colombiano es considerado una de las principales plumas de la historia de la literatura en español y autor de algunas de las novelas más aplaudidas del siglo XX, como su obra cumbre, Cien años de soledad (1967).
Gabo o Gabito -como lo llamaban sus amigos y sus hermanos- recibió numerosos reconocimientos, además del Nobel, a lo largo de su carrera, entre los que se destacan: el Premio Dimitrov de Bulgaria, la Condecoración del Águila Azteca de México y la Orden Félix Varela de primer grado de Cuba. Asimismo la Universidad de Columbia le otorgó el doctorado honoris causa y el gobierno francés lo galardonó con la Legión de Honor.
Nacido en Aracataca, un pequeño municipio del departamento de Magdalena, el escritor experimentó desde muy chico su acercamiento al mundo de las letras.
Según él mismo contó en algunas entrevistas, se topó casi por casualidad con el clásico de la literatura Las mil y una noches , que sus abuelos tenían guardado. A partir de allí empezaría su amor por los libros y por la creación de mundos imaginarios.
Fuente: La Nación
jueves, 10 de abril de 2014
Axolotl
[Cuento. Texto
completo.]
Julio Cortázar
Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a
verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos,
observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.
El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en que
París abría su cola de pavo real después de la lenta invernada. Bajé por el
bulevar de Port Royal, tomé St. Marcel y L’Hôpital, vi los verdes entre tanto
gris y me acordé de los leones. Era amigo de los leones y las panteras, pero
nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Dejé mi
bicicleta contra las rejas y fui a ver los tulipanes. Los leones estaban feos y
tristes y mi pantera dormía. Opté por los acuarios, soslayé peces vulgares
hasta dar inesperadamente con los axolotl. Me quedé una hora mirándolos, y salí
incapaz de otra cosa.
En la biblioteca Saint-Geneviève consulté un diccionario y
supe que los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una
especie de batracios del género amblistoma. Que eran mexicanos lo sabía ya por
ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto
del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en
tierra durante los períodos de sequía, y que continúan su vida en el agua al
llegar la estación de las lluvias. Encontré su nombre español, ajolote, la
mención de que son comestibles y que su aceite se usaba (se diría que no se usa
más) como el de hígado de bacalao.
No quise consultar obras especializadas, pero volví al día
siguiente al Jardin des Plantes. Empecé a ir todas las mañanas, a veces de
mañana y de tarde. El guardián de los acuarios sonreía perplejo al recibir el
billete. Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a
mirarlos. No hay nada de extraño en esto porque desde un primer momento
comprendí que estábamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante
seguía sin embargo uniéndonos. Me había bastado detenerme aquella primera
mañana ante el cristal donde unas burbujas corrían en el agua. Los axolotl se
amontonaban en el mezquino y angosto (sólo yo puedo saber cuán angosto y
mezquino) piso de piedra y musgo del acuario. Había nueve ejemplares y la
mayoría apoyaba la cabeza contra el cristal, mirando con sus ojos de oro a los
que se acercaban. Turbado, casi avergonzado, sentí como una impudicia asomarme
a esas figuras silenciosas e inmóviles aglomeradas en el fondo del acuario.
Aislé mentalmente una situada a la derecha y algo separada de las otras para
estudiarla mejor. Vi un cuerpecito rosado y como translúcido (pensé en las
estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de
quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza
extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría
una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó
fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas
minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios
como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda
vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través
del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo
negro rodeaba el ojo y los inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la
cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban
una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba
disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su
tamaño considerable; de frente una fina hendedura rasgaba apenas la piedra sin
vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le
crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las
branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las
ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se
movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo.
Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas
avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen
dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.
Fue su quietud la que me hizo inclinarme fascinado la
primera vez que vi a los axolotl. Oscuramente me pareció comprender su voluntad
secreta, abolir el espacio y el tiempo con una inmovilidad indiferente. Después
supe mejor, la contracción de las branquias, el tanteo de las finas patas en
las piedras, la repentina natación (algunos de ellos nadan con la simple
ondulación del cuerpo) me probó que eran capaz de evadirse de ese sopor mineral
en el que pasaban horas enteras. Sus ojos sobre todo me obsesionaban. Al lado de
ellos en los restantes acuarios, diversos peces me mostraban la simple
estupidez de sus hermosos ojos semejantes a los nuestros. Los ojos de los
axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de
mirar. Pegando mi cara al vidrio (a veces el guardián tosía inquieto) buscaba
ver mejor los diminutos puntos áureos, esa entrada al mundo infinitamente lento
y remoto de las criaturas rosadas. Era inútil golpear con el dedo en el
cristal, delante de sus caras no se advertía la menor reacción. Los ojos de oro
seguían ardiendo con su dulce, terrible luz; seguían mirándome desde una
profundidad insondable que me daba vértigo.
Y sin embargo estaban cerca. Lo supe antes de esto, antes de
ser un axolotl. Lo supe el día en que me acerqué a ellos por primera vez. Los
rasgos antropomórficos de un mono revelan, al revés de lo que cree la mayoría,
la distancia que va de ellos a nosotros. La absoluta falta de semejanza de los
axolotl con el ser humano me probó que mi reconocimiento era válido, que no me
apoyaba en analogías fáciles. Sólo las manecitas... Pero una lagartija tiene
también manos así, y en nada se nos parece. Yo creo que era la cabeza de los
axolotl, esa forma triangular rosada con los ojitos de oro. Eso miraba y sabía.
Eso reclamaba. No eran animales.
Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología. Empecé
viendo en los axolotl una metamorfosis que no conseguía anular una misteriosa
humanidad. Los imaginé conscientes, esclavos de su cuerpo, infinitamente
condenados a un silencio abisal, a una reflexión desesperada. Su mirada ciega,
el diminuto disco de oro inexpresivo y sin embargo terriblemente lúcido, me
penetraba como un mensaje: «Sálvanos, sálvanos». Me sorprendía musitando
palabras de consuelo, transmitiendo pueriles esperanzas. Ellos seguían
mirándome inmóviles; de pronto las ramillas rosadas de las branquias se
enderezaban. En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían,
captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. No eran
seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda
conmigo. Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles
jueces. Me sentía innoble frente a ellos, había una pureza tan espantosa en
esos ojos transparentes. Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también
fantasma. Detrás de esas caras aztecas inexpresivas y sin embargo de una
crueldad implacable, ¿qué imagen esperaba su hora?
Les temía. Creo que de no haber sentido la proximidad de
otros visitantes y del guardián, no me hubiese atrevido a quedarme solo con
ellos. «Usted se los come con los ojos», me decía riendo el guardián, que debía
suponerme un poco desequilibrado. No se daba cuenta de que eran ellos los que
me devoraban lentamente por los ojos en un canibalismo de oro. Lejos del
acuario no hacía mas que pensar en ellos, era como si me influyeran a
distancia. Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la
oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro.
Acaso sus ojos veían en plena noche, y el día continuaba para ellos
indefinidamente. Los ojos de los axolotl no tienen párpados.
Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que
ocurrir. Cada mañana al inclinarme sobre el acuario el reconocimiento era
mayor. Sufrían, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento amordazado,
esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un remoto señorío
aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl. No
era posible que una expresión tan terrible que alcanzaba a vencer la
inexpresividad forzada de sus rostros de piedra, no portara un mensaje de
dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese infierno líquido que padecían.
Inútilmente quería probarme que mi propia sensibilidad proyectaba en los axolotl
una conciencia inexistente. Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de
extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis
ojos trataban una vez mas de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris
y sin pupila. Veía de muy cerca la cara de una axolotl inmóvil junto al vidrio.
Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl
vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del
vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí.
Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes,
saber. Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del
enterrado vivo que despierta a su destino. Afuera mi cara volvía a acercarse al
vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los
axolotl. Yo era un axolotl y sabía ahora instantáneamente que ninguna
comprensión era posible. Él estaba fuera del acuario, su pensamiento era un
pensamiento fuera del acuario. Conociéndolo, siendo él mismo, yo era un axolotl
y estaba en mi mundo. El horror venía -lo supe en el mismo momento- de creerme
prisionero en un cuerpo de axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de
hombre, enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre
criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la
cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolotl junto a mí que me
miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan
claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un
hombre, incapaces de expresión, limitados al resplandor dorado de nuestros ojos
que miraban la cara del hombre pegada al acuario.
Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas
sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció
que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre. Como lo
único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al
principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al
misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo
porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre.
Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo a él -ah, sólo en
cierto modo-, y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy
definitivamente un axolotl, y si pienso como un hombre es sólo porque todo
axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que
de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era
todavía él. Y en esta soledad final, a la que él ya no vuelve, me consuela
pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a
escribir todo esto sobre los axolotl.
Cerebros de Silicon Valley envían a sus hijos a un colegio sin computadoras
No hay televisores ni PC, sólo tiza y pizarrón, los niños aprenden a tejer, coser y hornear pan. Un establecimiento privado en el que recién se enseña informática a los 13 años.
La Waldorf School de Peninsula, en California, es una de las escuelas privadas que eligen los hiperconectados empleados de Google, Apple y otras empresas de punta de la computación para que sus hijos se eduquen alejados de todo tipo de pantalla, según un informe del diario Le Monde sobre una nueva tendencia tech: la desconexión.
Tres cuartos de los alumnos inscriptos en la Waldorf son vástagos de personas que trabajan en el área de las nuevas tecnologías. "La gente se pregunta por qué profesionales de la Silicon Valley , entre ellos algunos de Google, que parecen deberle mucho a la industria informática, envían a sus hijos a una escuela que no usa computadoras", comentó Lisa Babinet, profesora de matemáticas y cofundadora de la escuela primaria, en la conferencia anual Google Big Tent.
El periódico francés recoge el testimonio de uno de estos padres: Pierre Laurent, que eligió esta escuela porque cuestiona la tendencia actual a equipar en informática a las clases desde una edad cada vez más temprana. "La computadora no es más que una herramienta. El que sólo tiene un martillo piensa que todos los problemas son clavos", dice. "Para aprender a escribir, es importante poder efectuar grandes gestos. Las matemáticas pasan por la visualización del espacio. La pantalla perturba el aprendizaje. Disminuye las experiencias físicas y emocionales".
En la Waldorf esa limitación no existe: se aprende a sumar y a restar dibujando o saltando a la cuerda. Consultado acerca de si no le preocupa que sus hijos estén en desventaja por este retraso en el uso de la PC, Laurent responde: "No sabemos cómo será el mundo dentro de 15 años, las herramientas habrán tenido tiempo de cambiar muchas veces. Por haber trabajado 12 años en Microsoft, sé hasta qué punto los softwares son preparados para ser del más fácil acceso posible". También recuerda que todos los alumnos de la Waldorf tienen computadora en sus casas. La cuestión se reduce entonces a decidir cuándo levantar las limitaciones a su uso.
Richard Stallman, el gurú del software libre, trabaja desconectado: "La mayor parte del tiempo no tengo Internet. Una o dos veces por día, a veces tres, me conecto para enviar y recibir mis correos. Re leo todo antes de enviar".
Así como por un lado muchas personas sufren de nomofobia, es decir el miedo a no estar conectado (teléfono, Internet, etc.), otros ya empiezan a dar la vuelta y a recuperar el placer de la desconexión. Fred Stutzman , investigador de la Carnegie Mellon University, desarrolló incluso un programa llamado Freedom que bloquea el acceso a Internet durante 8 horas seguidas, obligando a reiniciar la computadora para reactivar el servicio. Deseoso de poder escribir sin distracciones, también diseñó Anti-social, un software que permite el acceso a Internet pero sin diversiones tales como Facebook y Twitter. "Las computadoras se han convertido en máquinas de distracción. Hay que equiparse hoy de funcionalidades que las devuelvan a su rol de máquina de escribir", dice. "Es una forma de comprar tiempo".
Sherry Turkle, del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés), autora del libro Alone Together (Solos juntos), dice que mirar sus mails o SMS frente a otros puede ser tan contagioso como un bostezo: "La gente pasa 90% de su tiempo de trabajo con los mails, y en su casa envían SMS estando a la mesa".
El informe de Le Monde pronostica que cada vez habrá más gente pidiendo asistencia para desonectarse. No es un fenómeno de masas, sino más bien una tendencia minoritaria que involucra más bien a los sectores más acomodados. "Algunos tienen el poder para desconectarse y otros, el deber de permanecer conectados", dice el sociólogo Francis Jauréguiberry, que investiga el tema. Los "pobres" de la tecnología son los que no pueden eludir la responsabilidad de responder de inmediato un correo electrónico o un mensaje de texto. Los nuevos ricos, por el contrario, son aquellos que tienen la posibilidad de filtrar e instaurar distancia respecto a esta interpelación. Lo mismo, dice Jauréguiberry, pasó con la televisión: el sobreconsumo es cosa de las clases populares.
¿Desconectarse es un lujo?
Tres cuartos de los alumnos inscriptos en la Waldorf son vástagos de personas que trabajan en el área de las nuevas tecnologías. "La gente se pregunta por qué profesionales de la Silicon Valley , entre ellos algunos de Google, que parecen deberle mucho a la industria informática, envían a sus hijos a una escuela que no usa computadoras", comentó Lisa Babinet, profesora de matemáticas y cofundadora de la escuela primaria, en la conferencia anual Google Big Tent.
El periódico francés recoge el testimonio de uno de estos padres: Pierre Laurent, que eligió esta escuela porque cuestiona la tendencia actual a equipar en informática a las clases desde una edad cada vez más temprana. "La computadora no es más que una herramienta. El que sólo tiene un martillo piensa que todos los problemas son clavos", dice. "Para aprender a escribir, es importante poder efectuar grandes gestos. Las matemáticas pasan por la visualización del espacio. La pantalla perturba el aprendizaje. Disminuye las experiencias físicas y emocionales".
En la Waldorf esa limitación no existe: se aprende a sumar y a restar dibujando o saltando a la cuerda. Consultado acerca de si no le preocupa que sus hijos estén en desventaja por este retraso en el uso de la PC, Laurent responde: "No sabemos cómo será el mundo dentro de 15 años, las herramientas habrán tenido tiempo de cambiar muchas veces. Por haber trabajado 12 años en Microsoft, sé hasta qué punto los softwares son preparados para ser del más fácil acceso posible". También recuerda que todos los alumnos de la Waldorf tienen computadora en sus casas. La cuestión se reduce entonces a decidir cuándo levantar las limitaciones a su uso.
Richard Stallman, el gurú del software libre, trabaja desconectado: "La mayor parte del tiempo no tengo Internet. Una o dos veces por día, a veces tres, me conecto para enviar y recibir mis correos. Re leo todo antes de enviar".
Así como por un lado muchas personas sufren de nomofobia, es decir el miedo a no estar conectado (teléfono, Internet, etc.), otros ya empiezan a dar la vuelta y a recuperar el placer de la desconexión. Fred Stutzman , investigador de la Carnegie Mellon University, desarrolló incluso un programa llamado Freedom que bloquea el acceso a Internet durante 8 horas seguidas, obligando a reiniciar la computadora para reactivar el servicio. Deseoso de poder escribir sin distracciones, también diseñó Anti-social, un software que permite el acceso a Internet pero sin diversiones tales como Facebook y Twitter. "Las computadoras se han convertido en máquinas de distracción. Hay que equiparse hoy de funcionalidades que las devuelvan a su rol de máquina de escribir", dice. "Es una forma de comprar tiempo".
Sherry Turkle, del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés), autora del libro Alone Together (Solos juntos), dice que mirar sus mails o SMS frente a otros puede ser tan contagioso como un bostezo: "La gente pasa 90% de su tiempo de trabajo con los mails, y en su casa envían SMS estando a la mesa".
El informe de Le Monde pronostica que cada vez habrá más gente pidiendo asistencia para desonectarse. No es un fenómeno de masas, sino más bien una tendencia minoritaria que involucra más bien a los sectores más acomodados. "Algunos tienen el poder para desconectarse y otros, el deber de permanecer conectados", dice el sociólogo Francis Jauréguiberry, que investiga el tema. Los "pobres" de la tecnología son los que no pueden eludir la responsabilidad de responder de inmediato un correo electrónico o un mensaje de texto. Los nuevos ricos, por el contrario, son aquellos que tienen la posibilidad de filtrar e instaurar distancia respecto a esta interpelación. Lo mismo, dice Jauréguiberry, pasó con la televisión: el sobreconsumo es cosa de las clases populares.
¿Desconectarse es un lujo?
La rana que quería ser una rana auténtica
[Fábula. Texto completo.]
Augusto Monterroso
Había una vez una rana que quería
ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo
en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces
parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta
que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma
de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a
peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para
saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
Un día observó que lo que más
admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se
dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y
sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos
hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana
auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella
todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que
parecía pollo.
FIN
El apego afectivo le viene muy bien a nuestro cerebro
POR FACUNDO MANES PRESIDENTE FUNDACIÓN INECO PARA LA INVESTIGACIÓN EN NEUROCIENCIAS Y RECTOR DE LA UNIVERSIDAD FAVALORO.
Me contás un cuento?”, suelen pedir los niños a sus padres o a sus hermanos mayores antes de dormir. ¿Por qué lo harán? ¿Será que buscan conocer una vez más la historia de dragones y princesas o, más bien, querrán que esa voz familiar los acompañe en ese último rato de vigilia?
Resulta difícil pensar en cualquier comportamiento que sea tan importante para nosotros como lo es el apego. La alimentación, el sueño y la locomoción son imprescindibles para la supervivencia, pero el ser humano, como ya ha planteado la filosofía, es un “animal social”.
Son nuestros lazos sociales los que nos permiten una vida plena.
El apego entre cuidador y bebé se comprende como un sistema de regulación diádica (según el diccionario, dos seres estrecha y especialmente vinculados entre sí). Las conductas de cuidado de la madre (cuidador primario) le permiten al niño desarrollar mecanismos para regular el estrés, las emociones, las situaciones novedosas y comprender los estados mentales en épocas posteriores. De esta manera las experiencias vinculares madre-hijo de los primeros años de vida son críticas en el desarrollo de circuitos cerebrales implicados en la regulación (fisiológica, afectiva, conductual) del niño. Las experiencias de apego estarían asociadas al desarrollo y conectividad del hemisferio derecho del cerebro del bebé y en particular a redes cerebrales que forman parte de lo que se ha denominado el “cerebro social”. Entre ellas, las que implican la habilidad para inferir los estados emocionales e intencionales de los otros.
Otro momento clave en el desarrollo del cerebro social es la adolescencia, una etapa crítica con cambios sustanciales en el “cerebro social”.
En este período de transición y cambios, los adolescentes con apego seguro se verán favorecidos en la reorganización cerebral al contar con figuras de apego disponibles para realizar procesos de regulación interactiva con ellas, figuras que continuarán influyendo en el desarrollo de nuevas habilidades sociales.
Nuestro equipo investigó a adolescentes con diferentes estilos de apego en los cuales se exploró el procesamiento de información emocional.
A los participantes se les presentaron estímulos (rostros y palabras) con valencia positiva o negativa, mientras se les realizaba un estudio que permitía ver la actividad eléctrica cerebral. Los resultados mostraron que los adolescentes con diferentes estilos de apego procesan, a nivel cerebral, de forma diversa la información emocional. Los adolescentes con estilo de apego inseguro mostraron un sesgo negativo para el procesamiento de información, lo que sugeriría que son más propensos para detectar estímulos negativos y así activar conductas evitativas. Esto puede comprenderse porque los mismos percibirían al entorno como más amenazante.
Otro hallazgo relevante fue que los adolescentes con apego seguro presentaron mejores habilidades en tareas que evaluaban funciones ejecutivas.
Estos resultados son acordes a lo mostrado en estudios anteriores que sostienen que el apego seguro se asocia a mayores habilidades cognitivas. Un elogio más, esta vez desde la ciencia, del arte del arrullo.
@ManesF www.facundomanes.com
Me contás un cuento?”, suelen pedir los niños a sus padres o a sus hermanos mayores antes de dormir. ¿Por qué lo harán? ¿Será que buscan conocer una vez más la historia de dragones y princesas o, más bien, querrán que esa voz familiar los acompañe en ese último rato de vigilia?
Resulta difícil pensar en cualquier comportamiento que sea tan importante para nosotros como lo es el apego. La alimentación, el sueño y la locomoción son imprescindibles para la supervivencia, pero el ser humano, como ya ha planteado la filosofía, es un “animal social”.
Son nuestros lazos sociales los que nos permiten una vida plena.
El apego entre cuidador y bebé se comprende como un sistema de regulación diádica (según el diccionario, dos seres estrecha y especialmente vinculados entre sí). Las conductas de cuidado de la madre (cuidador primario) le permiten al niño desarrollar mecanismos para regular el estrés, las emociones, las situaciones novedosas y comprender los estados mentales en épocas posteriores. De esta manera las experiencias vinculares madre-hijo de los primeros años de vida son críticas en el desarrollo de circuitos cerebrales implicados en la regulación (fisiológica, afectiva, conductual) del niño. Las experiencias de apego estarían asociadas al desarrollo y conectividad del hemisferio derecho del cerebro del bebé y en particular a redes cerebrales que forman parte de lo que se ha denominado el “cerebro social”. Entre ellas, las que implican la habilidad para inferir los estados emocionales e intencionales de los otros.
Otro momento clave en el desarrollo del cerebro social es la adolescencia, una etapa crítica con cambios sustanciales en el “cerebro social”.
En este período de transición y cambios, los adolescentes con apego seguro se verán favorecidos en la reorganización cerebral al contar con figuras de apego disponibles para realizar procesos de regulación interactiva con ellas, figuras que continuarán influyendo en el desarrollo de nuevas habilidades sociales.
Nuestro equipo investigó a adolescentes con diferentes estilos de apego en los cuales se exploró el procesamiento de información emocional.
A los participantes se les presentaron estímulos (rostros y palabras) con valencia positiva o negativa, mientras se les realizaba un estudio que permitía ver la actividad eléctrica cerebral. Los resultados mostraron que los adolescentes con diferentes estilos de apego procesan, a nivel cerebral, de forma diversa la información emocional. Los adolescentes con estilo de apego inseguro mostraron un sesgo negativo para el procesamiento de información, lo que sugeriría que son más propensos para detectar estímulos negativos y así activar conductas evitativas. Esto puede comprenderse porque los mismos percibirían al entorno como más amenazante.
Otro hallazgo relevante fue que los adolescentes con apego seguro presentaron mejores habilidades en tareas que evaluaban funciones ejecutivas.
Estos resultados son acordes a lo mostrado en estudios anteriores que sostienen que el apego seguro se asocia a mayores habilidades cognitivas. Un elogio más, esta vez desde la ciencia, del arte del arrullo.
@ManesF www.facundomanes.com
" ... Así, leer/escuchar/escribir es abrir para nosotros y para otros un camino de libertad. Pero se trata no de algo dado de una vez y para siempre sino de un camino, porque no es ya en un libro o en una acción sino en el tránsito, en la precariedad de lo que está dejando de ser para convertirse en otra cosa, en ese río del tiempo que va de una palabra a otra, de un libro a otro, de un gesto a otro, donde se aprende y donde se enseña. Podemos ofrecer libros y diseñar estrategias de lectura, pero servirán de poco si desarticulamos la capacidad de disparar la letra, si desactivamos su cualidad de transformarnos, de incomodarnos, de hacernos pensar..."
María Teresa Andruetto (premio Andersen 2012) La lectura, otra revolución.
miércoles, 2 de abril de 2014
Guerra de Malvinas: memoria, soberanía y libertad
El 2 de abril se conmemora el “Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas” para homenajear a los héroes que combatieron en el conflicto bélico del Atlántico Sur en 1982, una nueva oportunidad para reivindicar la memoria, la soberanía y la libertad.
La Guerra de Malvinas fue un último intento del régimen militar de revitalizarse ante el desastre económico y social generado por el proyecto instaurado en 1976, y frente a las denuncias de violaciones a los derechos humanos que se hacían escuchar en el exterior.
La Guerra de Malvinas fue un “manotazo de ahogado” que duró del 2 de abril hasta el 14 de junio y costó la vida de 649 personas -entre ellos oficiales, suboficiales y jóvenes de 18 años que cumplían el servicio militar-, y mutilaciones y heridas a casi 1.300, además de secuelas psicológicas que llevaron al suicidio a más de 350 ex combatientes.
El 2 de abril de 1982 los argentinos se despertaron con la noticia de que las Islas Malvinas, aquel pedazo de tierra alejado al sur del país, habían sido recuperadas por un sorpresivo desembarco de tropas del ejército, como muestra de soberanía.
El gobierno inglés al mando de Margaret Thatcher reaccionó enviando hacia las islas un ejército superior en número y equipamiento y a partir de ese momento, comenzó una cruenta batalla en mar y tierra.
Dos meses y medio después, el 14 de junio, la guerra finalizó con la rendición de las tropas argentinas.
La derrota precipitó la caída de la dictadura que meses más tarde llamó a elecciones y el 30 de octubre de 1983 se realizaban comicios democráticos luego de siete años de oscuridad.
Desde 2003, el Gobierno considera la “Cuestión Malvinas” y el reclamo de soberanía sobre las islas como una política de Estado y, en ese sentido, privilegia la búsqueda de la reanudación de las negociaciones con el Reino Unido, a fin de lograr una solución pacífica a la disputa.
El conflicto de Malvinas no solo ayudó a la caída de la dictadura cívico-militar, sino que marcó a toda una generación que luchó por la soberanía nacional.
Como dijo Daniel Kon, autor del libro “Los chicos de la Guerra”, “Nuestros hijos fueron enviados a un lucha que no eligieron, decidida por un gobierno que no eligieron, para la cual no estaban preparados. El conscripto es un ciudadano que interrumpe sus estudios, sus trabajos, para cumplir con su servicio militar obligatorio. El no elegió la guerra”.
La Guerra de Malvinas fue un “manotazo de ahogado” que duró del 2 de abril hasta el 14 de junio y costó la vida de 649 personas -entre ellos oficiales, suboficiales y jóvenes de 18 años que cumplían el servicio militar-, y mutilaciones y heridas a casi 1.300, además de secuelas psicológicas que llevaron al suicidio a más de 350 ex combatientes.
El 2 de abril de 1982 los argentinos se despertaron con la noticia de que las Islas Malvinas, aquel pedazo de tierra alejado al sur del país, habían sido recuperadas por un sorpresivo desembarco de tropas del ejército, como muestra de soberanía.
El gobierno inglés al mando de Margaret Thatcher reaccionó enviando hacia las islas un ejército superior en número y equipamiento y a partir de ese momento, comenzó una cruenta batalla en mar y tierra.
Dos meses y medio después, el 14 de junio, la guerra finalizó con la rendición de las tropas argentinas.
La derrota precipitó la caída de la dictadura que meses más tarde llamó a elecciones y el 30 de octubre de 1983 se realizaban comicios democráticos luego de siete años de oscuridad.
Desde 2003, el Gobierno considera la “Cuestión Malvinas” y el reclamo de soberanía sobre las islas como una política de Estado y, en ese sentido, privilegia la búsqueda de la reanudación de las negociaciones con el Reino Unido, a fin de lograr una solución pacífica a la disputa.
El conflicto de Malvinas no solo ayudó a la caída de la dictadura cívico-militar, sino que marcó a toda una generación que luchó por la soberanía nacional.
Como dijo Daniel Kon, autor del libro “Los chicos de la Guerra”, “Nuestros hijos fueron enviados a un lucha que no eligieron, decidida por un gobierno que no eligieron, para la cual no estaban preparados. El conscripto es un ciudadano que interrumpe sus estudios, sus trabajos, para cumplir con su servicio militar obligatorio. El no elegió la guerra”.
martes, 1 de abril de 2014
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